Introducción
“La vocación de la palabra está cifrada en su
capacidad para desatar la luz, amansar a los lobos, invocar libertades y hacer
del fardo de recuerdos, tradiciones vivas e inmarcesibles” (Ramos, 2006).
La
escritura ha sido superpuesta por el mundo occidental y/o occidentalizado sobre
la oralidad; en tanto ésta última no tiene un lugar de relevancia en los
sistemas académicos y científicos. De manera exagerada algunos autores como Philip Clapham han planteado la
tesis de “publicar o perecer”, situando la escritura como únicas maneras de ser
reconocidos en el mundo académico. La escritura para publicar, particularmente en
el contexto universitario, constituye un factor determinante en el ascenso y la
visibilización del profesorado. Aunque, es importante manifestar que hay
tendencias en las últimas décadas que han desentrañado la relación entre la
oralidad y escritura, inicialmente, desde la literatura y la lingüística pasando
a otras disciplinas como la antropología, etc.
La
oralidad es subalternada al igual que las comunidades que se inscriben en ella
o que encuentran una relación histórica estrecha con la oralidad. Comunidades de pensamiento oral:
centenares de pueblos en Asia, África, América, Oceanía, etc. En este orden de
ideas, cuando se hace referencia a la escritura y la oralidad desde occidente,
se plantea en un orden vertical en el cual la escritura posa de superior ante
la oralidad. Lo que devela formas históricas como occidente se ha relacionado
con los otros pueblos, relaciones de poder-control y dominación. Occidente como
el ideal de humanidad, sociedad, progreso y desarrollo evidenciado en el
contexto colombiano y en la relación maestro, escritura y producción de
conocimiento.
En
los últimos años sistemáticamente se ha planteado una demanda más al maestro,
la cual vincula procesos como: investigar y publicar, que se concretizan en la
imposición del canon de la escritura académica como única forma de producción
de conocimiento, en tanto desconoce las múltiples formas a través de las cuales
los maestros y maestras desde sus prácticas pedagógicas generan saberes,
conocimientos y pasan el lugar de reproductores de los saberes y el
conocimiento. De igual manera, se ha instituido la escritura en la escuela con
un carácter de obligatoriedad
homogenizante que no considera las voluntades, el deseo, la formación y las
necesidades de los sujetos (maestros) y los contextos; dado que las condiciones
para la escritura son precarias o nulas y la producción de conocimiento no
necesariamente debe pasar por la escritura. La escuela y la condición de los
maestros y maestras han sido trastocadas por múltiples demandas provenientes de
la ciudadanía, los gobiernos de turno y el Estado en el marco de la globalización.
Entre las demandas más recientes se encuentra la escritura académica
relacionada estrechamente con la demanda por la investigación y la publicación
como única forma de producción de conocimiento, por tanto, la única forma para
el maestro logran reconocimiento y estatus en la institucionalidad y en la
sociedad.
Ante
el carácter pluriétnico y multicultural del país surge la etnoeducación como
nueva opción pedagógica, la cual pluraliza la categoría maestro. En este marco de
ideas, se da lugar a diferentes actores o sujetos como figuras de autoridad y
saber en el contexto escolar. Es decir, la etnoeducación reconoce el carácter
de maestro no solo a quien recibe en la escuela la licencia para formar, sino
que por ser una reivindicación fuertemente política vincula chamanes,
curanderos, abuelos y abuelas, cantaores y cantaoras y sobre todo líderes y
lideresas de las comunidades, todos inscritos mayoritariamente en el pensamiento oral.
Por
consiguiente, la demanda por la escritura desconoce y postra comunidades
milenarias que han producido conocimientos, forjado memoria e identidad desde
el pensamiento oral. Desde esta perspectiva, se aplazan y subalternan las
demandas de las comunidades étnicas colombianas por una educación pertinente,
acorde con sus cosmovisiones, historias y culturas, lo que se convierte en un
atraso para la transformación del
sistema educativo colombiano, el cual debe ser pensado en plural. Es decir,
responder al carácter pluri-étnico y multicultural de la nacionalidad
colombiana. La escritura en relación con la producción de conocimiento es euro-centrada,
jerárquica y excluyente.
Sin
embargo, aunque la imposición de la escritura por un lado desconozca las
comunidades de pensamiento oral, se
convierte en una posibilidad de gran importancia para el sustento de la memoria
y la identidad de los pueblos afrocolombianos e indígenas, potencia el
pensamiento y la construcción de conocimiento y memoria para las comunidades.
La escritura y la oralidad han dialogado a través de la historia de la
humanidad, por tanto, no puede haber un rompimiento y menos una superposición
de una sobre otra. Se propone, entonces, un encuentro entre estas dado que sistemáticamente
la grafía ha permeado el pensamiento de las comunidades, lo cual se convierte
en una potencia; puesto que se conjugan dos formas de ordenar y producir
conocimiento y pensamiento que pueden desarrollar la capacidad creativa e
imaginativa de los sujetos y de fortalecimiento de la memoria-identidad.
La
relación escritura y oralidad es problemática porque constituyen formas de
pensamiento diferenciado, jerárquico y excluyente; por consiguiente pensar la
escritura en comunidades de pensamiento oral puede convertirse en una manera de
desplazar la cosmovisión de las comunidades y la institución de otro ser de
tipo colonial, porque la escritura y la oralidad representan el mundo de manera
radicalmente distinta. Aunque en la colonización y los procesos de
consolidación de los Estados nación, las comunidades y pueblos de ascendencia
africana y aborígenes, son situados en el lugar de la oralidad, pues, los
esclavizadores privaron a éstas comunidades de la educación, de sus prácticas
culturales, el reconocimiento de su historia, sus deidades y estratégicamente
su lengua. La desarticulación de las lenguas, desarticulación de sus mundos,
iniciando por someter bajo cadenas a la renuncia del nombre original. De esta manera, la
oralidad se convirtió en una estrategia de supervivencia: una forma de poder
ser ellos y ellas mismas, recreando su pensamiento, cosmogonía, deidades,
prácticas, los recuerdos de la ya lejana África. Se organizaban política y
socialmente para resistir y liberarse. La oralidad, entonces, se convirtió en
una práctica de libertad.
Finalmente,
hoy es necesario encontrar o construir formas o dispositivos alternativos para
salvaguardar la memoria-identidad; porque la oralidad-sola, también supone riesgos-posibilidades,
en tanto que pude tergiversarse y transformarse, o desaparecer de la
memoria-identidad de los pueblos. Aunque la transformación se entiende como una
posibilidad porque las identidades no son estáticas y la memoria no es solo pasada,
la memoria está también en las recuperaciones del pasado y en las
construcciones del presente. Aunque la oralidad ha sido una agencia de
resistencia y re-existencia de las comunidades, hoy las imposiciones del
capitalismo, neoliberalismo y el desplazamiento forzado amenazan la prevalencia
de prácticas ancestrales y cosmogonías.
Visitar: www.sankofa2010.jimdo.com
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